A finales de 2015 aparecieron unos pinos negros japoneses (Pinus thunbergii) al increíble precio de 25€, además tenían un tronco con un cierto calibre. Desgraciadamente no hice fotos cuando lo compré, pero tenía un aspecto muy similar al de esta foto (sacada de la web de Mistral Bonsái).
Como veis era una maraña de acículas plantada en una maceta de plástico y con un sustrato vegetal. Pero por ese precio, merecía la pena probar suerte.
Lo primero que hice fue limpiar acículas para que entrara luz a los brotes interiores y la primavera siguiente lo trasplanté a un colador. Las raíces eran un desastre como es lógico por ese precio, las arreglé en la medida de lo posible y quité todo el sustrato vegetal.
Así estaba 2 años después, había alambrado las ramas y dejé varias puntas largas con la idea de dejarlas crecer para que el tronco y las ramas bajas engordasen.
En 2021 las ramas de sacrificio se desarrollaban con vigor, pero mediante el meikiri iba reteniendo el crecimiento de las ramas que formarían la copa definitiva.
Con el cambio de sustrato salieron abundantes micorrizas.
Y en cada trasplante se trabajan las raíces para conseguir un buen nebari y una base plana para luego poder plantarlo en una maceta de bonsái sin problemas.
Llegados a 2024 la rama baja de la izquierda ya había conseguido el grosor adecuado y decidí cortarla.
En contra de lo que hace mucha gente, con los pinos negros me funciona muy bien cortar directamente a ras y poner pasta líquida de Kaneshin.
Esta pasta corta el flujo de la resina y facilita la formación de callo, por lo menos en mi experiencia.
Si comparamos con la foto inicial vemos la enorme diferencia de grosor de tronco, la corteza y el nebari. No hay secretos, es una mezcla de constancia, cultivo y técnicas adecuadas.
Y así hemos llegado a otoño de 2024, aún falta por engordar más la primera rama y terminar de formar la copa, pero creo que el cambio ha sido notable y la inversión mereció la pena.
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